viernes, 10 de mayo de 2013

LA NECESARIA APARICIÓN DE LAS OBRAS COMPLETAS DE ESPRONCEDA

LA NECESARIA APARICIÓN DE LAS OBRAS COMPLETAS DE ESPRONCEDA[1]



            La editorial Cátedra, en su colección “Biblioteca Avrea”, acaba de publicar las Obras completas de José de Espronceda. La edición es del profesor Diego Martínez Torrón, de la Universidad de Córdoba, experto en literatura española de los siglos XIX y XX, y notable conocedor de temas relacionados con el romanticismo español, según prueban, entre otros trabajos, Estudios de literatura española, Barcelona, Anthropos, 1987; Los liberales románticos españoles ante la descolonización americana (1808-1834), Madrid, Editorial Mapfre, 1992; El alba del romanticismo español. Con inéditos recopilados de Lista, Quintana y Gallego, Sevilla, Alfar/Universidad de Córdoba, 1993; Ideología y literatura en Alberto Lista, Sevilla, Alfar, 1993; Manuel José Quintana y el espíritu de la España liberal. Con textos desconocidos, Sevilla, Alfar, 1995; Los románticos y Andalucía, vol. I, Córdoba, Universidad de Córdoba, 1997; La sombra de Espronceda, Badajoz, Editora Regional de Extremadura, 1999, etc.
            En verdad, José de Espronceda, como otros muchos autores románticos españoles, está falto de un revisionismo crítico, biográfico e histórico, libre de complejos históricos y estéticos, que lo ponga en el lugar que le corresponde dentro de la Historia de la Literatura. (No pueden olvidarse –sería injusto- los esfuerzos que a esa tarea han dedicado críticos de la talla de R. Marrast, G. Carnero, J. Talens, entre otros.) Para ello, se hace imprescindible la edición de toda su producción literaria, quitando lo espúreo y las gangas existentes en otras ediciones parciales de J. de Espronceda. A esta tarea se ha dedicado durante largas jornadas el prof. Martínez Torrón. Por ello, puede afirmar tan rotundamente lo siguiente Martínez Torrón en el apartado de “Criterios de edición”: “Esta es una edición realmente nueva de las Obras completas de Espronceda. Intenta de algún modo restaurar el texto más cercano a la voluntad del autor. Pero el más escrupuloso respeto a Espronceda no tiene por qué estar reñido con los lectores, ni los lectores con Espronceda” [2006: 78].
            La edición de estas Obras completas se caracteriza por ser voluminosa, clara, limpia (pese a haberse escapado ¡cómo no! alguna errata y discordancia sintáctica) y hermosa, que nos recuerda otras ediciones de tiempos pasados en los que el cuidado, encuadernación, papel, impresión y letra eran un deleite para los ojos y un exquisito objeto para el tacto. Partiendo, por tanto, el estudioso de las ediciones más cercanas a José de Espronceda y consultando o cotejando ediciones modernas y recientes, ha establecido la obra total del autor de El estudiante de Salamanca intentando restaurar el texto más próximo a la última voluntad de Espronceda, si bien modernizando y corrigiendo aspectos formales y ortográficos. Además, la edición tiene un valor añadido: el de rescatar textos de difícil acceso y añadir otros que ven la luz por vez primera. En cualquier caso, el trabajo y el esfuerzo del profesor han dado un excelente resultado, según tendremos ocasión de ver cuando comparemos algunas ediciones anteriores con esta.
            Si pasamos ahora a describir la estructuración de la obra, diremos que consta de una “Introducción” donde Martínez Torrón le pone al lector en antecedentes sobre el autor estudiado y su obra, sin olvidarse de hacer un recorrido por las ediciones de las obras de Espronceda. En ella percibirá el lector en seguida que no se trata de una introducción de un advenedizo al tema, sino que se mueve por un terreno que le es bien conocido y experimentado. Con pinceladas breves pero certeras nos habla sobre el status quo del romanticismo español. En este sentido, el profesor Martínez Torrón reivindica lo siguiente: “Si todo  poeta necesita de una leyenda para ser estudiado en sucesivas generaciones, en el caso de los románticos ello es indispensable. Así se ha conjurado esta leyenda alrededor de Byron, Shelley o Keats. En el caso español esto están aún por hacer, y teniendo en cuenta la vida azarosa que llevaron sus escritores, como Espronceda, Zorrilla, Avellaneda, Tassara o Rivas, es necesario fabricarla a su alrededor para que las generaciones del futuro aprendan a mejor amar su obra.”. [2006: 13]. A continuación, realiza un breve recorrido por la vida del autor de El diablo mundo llevado de la mano de otros biógrafos  y estudiosos del poeta. Luego, repasa, igualmente de forma muy ligera, el sentido y la importancia de las obras de Espronceda, “a excepción de los poemas y canciones, sobre los que pueden consultarse las notas a los mismos” [2006: 35]. A mi entender,  el editor debería de haber dedicado algunas páginas a estudiar los poemas y canciones para evitar el trabajo fatigoso de la consulta continuada. Las notas, además, por su fragmentarismo, son incapaces de presentar una exposición coherente y cohesionada. El cuarto punto de la “Introducción” está reservado a caracterizar y criticar las diferentes ediciones de la obra de Espronceda, así como a  opinar sobre las mismas. En el siguiente apartado, “Algunas notas textuales a la poesía de Espronceda”, Martínez Torrón plantea algunos problemas de crítica textual acerca de algunos textos del autor de Sancho Saldaña. Su objetivo, como es lógico deducir, no es cerrar cuestión tan embarazosa, ni es momento ni lugar adecuados. La “Introducción” se cierra con unos “Criterios de edición” y una “Bibliografía sumaria”.
            Obras completas de José de Espronceda comienza en la página 83, que consta (aparte de prólogos y preliminares) de Poesía, Teatro, Novela, y Artículos y textos en prosa.
Un aparato pormenorizado de “Notas” y unos “Índices” constituyen el tercer apartado de este extensísimo corpus esproncediano que debe conocer todo lector que quiera acercarse al período romántico español.
Para valorar en toda su extensión una edición de una obra no basta con detectar las virtudes intrínsecas de que está revestida, sino que, además, hemos de ponerla en relación con otras ediciones anteriores o coetáneas. De esta confrontación es de donde puede salir la idea de la valoración. Y es este examen el que ha puesto al descubierto que el esfuerzo y trabajo eruditos de Martínez Torrón han valido la pena. Así, comparando, por ejemplo, la edición de El estudiante de Salamanca llevada a cabo por Benito Varela Jácome [Editorial Cátedra, Madrid, 198611], con la realizada por el profesor cordobés, hemos descubierto unas 320 diferencias (lo que supone, aproximadamente, un 18,5% del total de la obra). Ambos editores, sin embargo, confiesan haberse basado fundamentalmente en la edición princeps de 1840. De hecho, Varela Jácome escribe, al respecto: “Seguimos en nuestro texto la edición princeps, publicada en Madrid por la Imprenta de Yenes, en 1840, y sobre ella hemos reconstruido algunas formas. Hemos utilizado, también, el fragmento publicado en 1837, en el Museo Artístico y Literario, y compulsado las ediciones de los últimos años” [1986: 48].
Las discrepancias entre ambas ediciones radican no sólo en los criterios de puntuación y otros signos ortográficos de menor calado significativo, sino en algunas evidentes erratas (v. 106: “toda” por “todo”; v. 505: “embite” por “envite”; v. 1670: “Tan” por “Tal” y v. 1675: “concepto” por “concento”: en la de Varela Jácome; frente a v. 188: “Y” por “y”; v. 323: “Y” por “y”; v. 439: “Y” por “y”; v. 666: “Y” por “y”
–claros errores por escoger entre mayúscula versalitas o no-; y en la acotación tras el verso 586: “vuelven” por “vuelve”, entre otros: en la de Martínez Torrón. Esto demuestra que la edición de Varela Jácome es más descuidada que la de Martínez Torrón. Si ahora pasamos a valorar la puntuación, señalaremos que hay criterios que nos conducen a interpretaciones muy dispares. Por ejemplo: la ausencia de coma en el v. 61, en la edición de Varela Jácome, indica que las distintas proposiciones del período oracional presentan el mismo valor: coordinación copulativa; sin embargo, con coma, se señala el valor adversativo o también temporal, que es el que quiso dar Espronceda. Otro caso: el v. 72, en la edición de Varela Jácome, acaba sin coma. Su ausencia puede dar lugar a la siguiente interpretación: o bien el embozado atraviesa la espada en la mano, o bien –y es el sentido recto- el embozado, con la espada en la mano aún, atraviesa una calle estrecha y alta. Los casos podrían ser interminables. Basten estas muestras como señales de lo que no debe ser una edición de una obra literaria. Y, sobre todo, si va orientada a una población escolar o estudiantil.
Igualmente, hemos cotejado otras ediciones modernas con la de Martínez Torrón para comparar, pongamos por caso, El Pelayo y El Diablo Mundo, como poemas muy representativos y emblemáticos de nuestro poeta romántico. Con la publicada por Jenaro Talens [José de Espronceda, Obra poética, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001], he comparado El Pelayo. J. Talens afirma que “Para esta edición he seguido fundamentalmente, salvo cuando se indica lo contrario, el texto fijado por Robert Marrast” [2001: 67]. Como no he consultado la que Robert Marrast publicó en 1970, titulada José de Espronceda. Poesías líricas y fragmentos épicos, no puedo descubrir qué grado de fidelidad nos ofrece el profesor Talens. En cualquier caso, el estudioso se aparta del criterio cronológico para adoptar el del “orden narrativo, consecuente con la lectura que ofrezco en mi introducción y con la lógica interna que considero propia de la escritura esproncediana y con las líneas maestras de su desarrollo” [2001: 67]. R. Marrast, según se conoce, se basó en la edición de Madrid, Yenes, 1840, y adoptó un criterio cronológico, contrario al del propio Espronceda, que siguió el temático. Ahora bien, el enfoque no es lo más importante, pues que se adopte el histórico, el textual, el teórico-crítico, etc., es legítimo. Lo que no es científico es presentar una edición con lecturas falsas o erráticas, cuando se parte de una misma fuente.
Los casos divergentes que he encontrado entre las dos ediciones, entre otros, son unos 257, repartidos entre variantes de puntuación, erratas, variantes léxicas, etc. Esto significa que dichas ediciones difieren entre sí en algo más de un 24%. Por ejemplo, en el apartado de las erratas, encuentro la edición de J. Talens más descuidada que la de Martínez Torrón. Las discrepancias, entre otras, en la del profesor valenciano, son: v. 79: “decoro” por “desdoro”; v. 517: “nuestra” por “muestra”; v.  735: “el Guadalete” por “del Guadalete”; v. 970: “parecer” por “perecer”; v. 1011: “armadas” por “armada”; v. 1028: “masa” por “maza”. En la del profesor cordobés descubrimos las siguientes: v. 379: “hijadas” por “ijadas”; v. 615: “hossana” por “hosanna”; v. 623: “respetosa” por “respetuosa”. Otras variantes responden a un criterio de mantener los arcaísmos o no. En este sentido, la de Martínez Torrón es más fiel a ellos que la de J. Talens. Por ejemplo: v. 763: “Houris” vs. “huríes”; v. 765: “mientra” vs. “mientras”; v. 771: “harem” vs. “harén”; v. 775: “resplenden” (¿?) vs. “resplandecen”, etc. En cuanto a la acentuación y puntuación, como arriba dijimos, el uso desigual en muchos momentos da lugar a interpretaciones discrepantes. El sentido común nos dice que hay que presentar al lector el que quiso ofrecer el autor, y no el del editor. Así, en el v. 2, la coma que hay tras “alma” (Martínez Torrón) da lugar a que el sintagma “inspiración divina” funcione como vocativo y no la de complemento directo, que parece lo correcto (J. Talens); en cambio, la estrofa comprendida por los versos 25 y 32 constituye un despropósito de lo que venimos manifestando, porque la puntuación cambia los períodos sintácticos y, por consiguiente, el sentido semántico y rítmico, máxime cuando en la edición de J Talens hallamos “entregada” en vez de “entregado”, que es el sentido correcto. En este punto, la edición de Martínez Torrón es más canónica. Y por no ser prolijo ni cansado, cesaré de ofrecer más casos que aburrirían al lector. Él puede encontrar muchísimos más cotejando una y otra edición.
No hemos querido tampoco pasar por alto, aunque haya sido en una lectura rápida, oponer la edición de El diablo mundo realizada por Domingo Ynduráin [José de Espronceda, Poesías, Barcelona, Bruguera, 1981] con la de nuestro editor. La de D. Ynduráin se fundamenta en la de Madrid, 1844. Y dice el crítico: “He tenido en cuenta otras ediciones, pero no modifico las lecturas a no ser que se trate de erratas evidentes, no de errores de Espronceda” [1981: LXXII]. Martínez Torrón toma como base la de Madrid, Boix, 1841, restituyendo los párrafos que faltan según los pasos dados por Laverde y Escosura.
Pues bien, como conclusión, recordaré que la edición de Martínez Torrón es más clara, menos errónea y más correcta en su puntuación. Como botón de muestra, y a título sólo de ejemplo, daré unos casos para que el lector tenga ojo avizor. Casi nada más que empezar su lectura descubrimos que en el v. 5 los elementos de la enumeración no van separados por comas. Asimismo, desde un principio, la edición de Ynduráin es un despropósito de apelmazamiento versal, por aferrarse a no usar las blancas separadoras que requieren ciertas grupos versales del texto. Por otro lado, en el v. 183, Ynduráin lee: “al mirar”; y Martínez Torrón, y con él otros, “el mirar”. Si la lectura primera es correcta, “mirar” introduce una proposición temporal y se convertiría en un verbo intransitivo; en cambio, si se lee “el mirar”, el verbo se sustantivaría y presentaría carácter transitivo. Los casos de puntuación también son deficientes. De éstos, sólo voy a señalar uno: el verso 330 acaba con un punto. ¿Constituye una oración? Evidentemente, no. El sentido nos dice que se ha de tratar de una errata. Ahora bien, ¿se trata de una errata de Ynduráin o de un error de Espronceda? No puedo afirmar si es una cosa u otra, porque no he tenido en mis manos la edición de 1844. Igualmente, en la edición de Martínez Torrón se han deslizado unas erratas que la afean un poco. Por ejemplo: v. 420, 422, 608.
En fin, sin afán de exhaustividad ninguna, sino simplemente como un ejercicio de lectura comparada, he pretendido en esta reseña comentar la valoración positiva que me merece  la edición del profesor Martínez Torrón, además de estar de acuerdo con él en la idea de que una edición ha de estar fundamentada en la última voluntad del autor. Alterar ese principio implica menoscabar la autoridad del creador y el suicidio de la crítica textual.
Parafraseando un poco las palabras finales que García de Villalta puso al frente de su “Prólogo” a las Poesías de Espronceda en junio de 1839, concluiré diciendo que debemos tributar un homenaje a Martínez Torrón cuyo profundo saber, denodado esfuerzo, ardor literario e inmensa benevolencia han contribuido tanto a leer con placer a José de Espronceda. El lector puede disfrutar ahora,  con esta edición, de una de las voces líricas más auténticas del romanticismo español. Con ella, seguramente, Martínez Torrón está contribuyendo a la necesidad de crear la leyenda del romanticismo español, como ya la tienen el francés, el inglés o el alemán.


José María de la Torre
Catedrático. I. E. S. Séneca. Córdoba.
             


[1] Espronceda, José de, Obras completas, Madrid, Cátedra, 2006 (Edición, introducción y notas de Diego Martínez Torrón).

Ignoro si ha sido publicado antes.

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